Desayunos con olor a sexo y pan tostado,
un silencio maternal, cuando fuera hace frío.
Las paredes cargadas de limpia antología,
y sentir la alegría de estar construyendo algo.
Abrazar la sencillez de seguir en la cama
cuando el sol amaneció por el valle hace rato.
Escribir estirado mientras alguien te abraza,
y empezar realmente el día al fin del relato.
Conceptos emanando de mundanos objetos,
bolsillos que se llenan de profundos suspiros
y andar temeroso por caminos olvidados.
Sonetos que supuran solo falsas verdades,
profundas palabras que dibujan percepciones,
ilusiones de amores, que no saben rimar.